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Haber jugado en Belgrano y en contra de Maradona fue lo mejor que me pasó en la vida

A través de los años, los relatos radiales se esfuman para darle paso a la narrativa de quienes pisaron el césped, corrieron la cancha, patearon la pelota, jugaron el partido. Apenas cuatro días habían pasado desde la clasificación de la Selección Argentina al siguiente mundial y, ante un contexto magnífico, Belgrano recibía al Newell’s de Diego Maradona. Con poco tiempo de recuperación entre partidos, la presentación del ídolo se volvía una incógnita. Nelson ‘Pampa’ Rosané y Claudio ‘Panchito’ Rivadero, titulares en la “B” y actualmente directores técnicos, cuentan el triunfo “pirata” del 21 de noviembre de 1993.

-¿Cómo recuerdan el día que enfrentaron a Maradona?
-Rivadero: Son partidos que te quedan en la retina. Hemos jugado un montón de partidos, pero a uno le queda muy grabado por lo que era ‘el Diego’ para nosotros, el país y el mundo. Toda esa semana trabajamos con el “Nano” (Fernando) Areán, pensando si le haríamos marca personal. Después, se rumoreó que no jugaría, entonces cambiamos para marcar en zona. Luego Maradona decidió que sí estaría de titular. A los pocos años lo enfrenté cuando él estaba en Boca y yo en San lorenzo, pero la primera vez con nosotros en Belgrano y él en Newell fue una experiencia hermosa. Tuve la suerte de hacer el gol, pero más allá de convertir, vivir esa previa sabiendo que jugaríamos contra ‘el Diego del pueblo’ no fue una semana común. Fue ansiedad, nervios, felicidad, intriga de saber cómo iba a darse y salió todo a la perfección. Les pasaría lo mismo a los pibes de hoy si lo enfrentaran a Messi. Nosotros vivimos la época del Diego, somos de su generación y tenerlo como rival fue lo mejor que me ha pasado futbolísticamente.

-Rosané: Sí, haber jugado en Belgrano y en contra de Maradona, fue lo mejor que me pasó en la vida. Pude estar con él en el vestuario compartiendo una charla, intercambiamos la cinta de capitán, porque ese año jugaba José Luis Cuciuffo que había sido compañero en el mundial y Diego le dio la camiseta. Ese acontecimiento para mí marcó un antes y un después. Porque después de retirarme vi lo que era Maradona. Uno no dimensiona mientras está dentro de la cancha, porque obviamente se concentra en lo que le piden. Como decía Rivadero, esa semana nosotros la vivimos a 150 por hora, porque tendríamos enfrente a un campeón del mundo y eso era algo que no lo había vivido con otro jugador. Y eso que jugué en contra de (Enzo) Francescoli y de un montón de jugadores con gran trayectoria, pero jugar en contra de Maradona ese partido fue lo máximo, porque me olvidé de todo lo otro, me quedó grabado y toda mi vida voy a seguir recordando un poquito ese día.

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¿Pancho, tu gol fue en línea con lo que habían trabajado en la semana?
-Era la jugada típica que teníamos de contragolpe, porque contábamos con un hombre rápido como Arbarello, además de Santoni y Sosa que hacían jugar. Entonces, Santoni se la pasó larga a Arbarello para que llegara hasta el fondo, de cara a la popular que ocupaba Belgrano; tiró el centro hacia atrás, ví que Scoponi se quedó en el primer palo y aparecí de zurda, algo atípico porque soy derecho… Se ve que ese día tenía que ser así, porque si pateara diez pelotas más estoy seguro de que no entraría ninguna. Sinceramente, después del partido lo que menos me acordaba era del gol porque lo había saludado al Diego, abrazado, hasta lo había pateado. El gol fue un accidente.

-¿Pampa, sentías una motivación extra por el hecho de ser el capitán de Belgrano?
Sí siempre, pero en ese partido obviamente mucho más porque enfrentarlo a él en un sorteo significaba un compromiso. Me ganó el sorteo, pero nosotros tuvimos la suerte de ganar el partido. El referente que lleva la cinta tiene que marcar el camino hacia el éxito del objetivo final, no sólo jugando sino también en algunas charlas, en las concentraciones uniendo al grupo. Pero ese año también había jugadores de mucha experiencia y eso me ayudó para sacarme un poco el peso de ser el capitán, más allá de la capacidad y la personalidad para llevar la cinta.

-Fue un partido con todos los climas dentro y fuera de la cancha.
Rivadero: Sí, de hecho primero parecía que el Diego no iba a jugar entonces no iba ir tanta gente, pero después lo confirmaron y se llenó. Porque esa semana Argentina había jugado un repechaje contra Australia y decían que el Diego venía ‘medio-medio’. Recuerdo que ese día se largó a llover, hubo sol, viento, después se extendió el horario media hora más hasta que nos encontró la noche con las luces del estadio. Es imposible olvidar algún detalle de ese partido porque estaba el Diego.

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-Rosané: En ese tiempo el sorteo se hacía dentro del vestuario del árbitro y hablábamos del Mundial que se venía y cuando lo abracé le dije: ‘qué bien que estás’, porque estaba haciendo la preparación en La Pampa y sabía que soy pampeano, conocido de MacAllister y en ese diálogo me corría algo por la panza. Los nervios, la adrenalina, pensar “estoy con Maradona”. Después, en la cancha me tocó tomarlo en zona porque se tiró a la espalda del volante y yo jugando de central salí a tomarlo y le hice una falta a él y creo que dirigía, Anibal Hay. Caemos los dos, Diego simulando una falta y el árbitro preguntándole, ‘¿qué hago, Diego? ¿Le saco amarilla?’ Y él agarrándose la pierna izquierda, le hizo seña que no… Ahí uno veía la dimensión de lo que él manejaba dentro la cancha. Eso me quedó muy marcado en la mente.

-¿Ahora que son directores técnicos les dan ganas de meterse a la cancha?
-Rivadero: Hace un tiempo sí, porque veía que no salían las cosas, entonces me daban ganas de involucrarme en el juego. Pero hoy, con 54 años no, prefiero recalcar las cosas, trabajarlas o hacer movimientos para que los jugadores vean lo que uno quiere que hagan dentro del campo de juego. Hoy llego a casa y veo qué se puede mejorar, es decir estoy más involucrado y además también aprendo de lo que los jugadores pueden decidir.

-Rosané: Dejé hace bastante, pero hubo un trance donde me daban ganas, pero después entendí que la vocación de entrenador es perfeccionarse con cursos y charlas para ir creciendo. Es la primera vez que estamos juntos, coincidimos en muchas cosas y eso es importante en una dupla.

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