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Nada más sano que alimentar el respeto

Muchos veganos son fanáticos. La afirmación que seguramente moleste a algunos tiene, lamentablemente, basamento real. Convertirse en fanáticos con dificultades a la hora de respetar a los otros y una fuerte tendencia a buscar el choque es lo que los vuelve criticables. No su causa.

Como ya es una lamentable costumbre, un grupo de 15 activistas se hizo presente en la última edición de la Exposición Rural en Palermo para dar visibilidad a sus reclamos y proponer un cambio estructural en la relación humana con otras especies. Vociferando sobre los derechos de los animales, portaban pancartas con leyendas como “Rechazo al especismo”, “Holocausto animal”, “Derechos animales”. Sin episodios de violencia física como los vividos en el mismo espacio en 2019, fueron escoltados en un clima de tensión verbal por personal de seguridad fuera del sector de exhibiciones en medio de abucheos generalizados. Las imágenes registradas se viralizaron rápidamente multiplicando el debate en redes.

Según el ideario vegano, desde un concurso ecuestre hasta una exhibición de ejemplares ganaderos vulneran la integridad y el bienestar animal. El antiespecismo que militan es una filosofía que rechaza la explotación, incompatible con el respeto a la integridad de los seres vivos.

Llama la atención la insistencia en querer persuadir al resto de la sociedad de que todo lo que no es vegano es malo y, mucho más, que algunos fanáticos lleguen al desafortunado extremo de hablar de “holocausto” para oponerse al consumo de carnes

En diciembre pasado, otro grupo de activistas a cara tapada ingresó en el shopping Alto Palermo, entre insultos y cruces violentos, tomando el patio de comidas con carteles con la inscripción “Veganismo o abuso animal” para ilustrar su campaña contra el consumo de carnes.

Llama la atención la insistencia en querer persuadir al resto de la sociedad de que todo lo que no es vegano es malo y, mucho más, que algunos fanáticos del veganismo lleguen al desafortunado extremo de hablar de “holocausto”.

Inimaginable resultaría ver a un grupo de ganaderos irrumpiendo por sorpresa en el mercado central de frutas y hortalizas o en una verdulería de barrio con vacas y a los gritos, con el afán imponer el consumo de carne. No se trata, por cierto, de sembrar una antinomia. Menos aún cuando la complementación de carnes con verduras es recomendada por los profesionales de la salud y la nutrición. Nada mejor que un buen ojo de bife con hojas verdes de la huerta y unos tomates recién cosechados. Convivencia y equilibrio.

Tampoco puede perderse de vista que el planeta sigue padeciendo hambre y que la falta de proteína es una de las desgracias que condena a millones de personas. Cabe preguntarse qué ocurriría si la carne dejara de integrar la dieta alimentaria; seguramente, habría mas hambre, con consecuencias difíciles de imaginar. Las restricciones que impondría una elección alimenticia como el veganismo pueden ser cuestionadas por la calidad de sus nutrientes como por las dificultades para seguir una dieta.

Todos tenemos derecho a opinar con educación y respeto acerca de las distintas cuestiones, pero pretender imponer a otra persona lo que debe comer es una clara expresión de autoritarismo y una muestra de intolerancia hacia quien piensa diferente.

En este plano, también, como sociedad evidenciamos la dificultad para aceptar al otro. Más allá de la validez de tal o cual argumento en el delicado plano de las conductas alimenticias, nunca la violencia puede ser una alternativa para imponer las propias convicciones. Nada más sano que alimentar el respeto.

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