Para la familia de Diego Fernández Lima fueron más de cuarenta años de espera y de silencio desde aquel jueves de 1984 en el que el joven, de entonces 16 años, se fue de la casa rumbo a lo de un amigo y nunca más volvió. Hasta el día de hoy, su mamá lo esperó, sin cambiar el número de teléfono por si llamaba.
La incertidumbre terminó, gracias al increíble trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense y a un sobrino de Diego que ató cabos y entendió que esos restos óseos hallados en mayo en Coghlan, en la casa lindera a la que vivió hace años Gustavo Cerati, eran los de Diego. Los 151 huesos de Diego, aguardando gritar la verdad.
Con la celeridad de las películas, la investigación dio un giro y hoy hay un sospechoso: Cristian Graff, compañero de escuela de Fernández Lima, quien vivía en esa casa y compartía con Diego la pasión por las motos. A él lo señalan los compañeros de escuela en ese chat que arde desde que se supo todo. Ellos ya se acercaron a declarar ante el fiscal.
“En esa casa vivían cuatro personas, lo que pasa es que este era compañero de Diego”, señaló Javier Fernández Lima, hermano menor, muy movilizado, y agregó: “El fiscal no puede creer la repercusión y que están hablando todos. Están todos conmovidos y mal porque este muchacho Graf siguió un año más o dos el colegio, como si nada”.
EL RELATO DEL HERMANO DE DIEGO FERNÁNDEZ LIMA
“Lo enterraron al lado de la pileta, en una fosa de 40 centímetros. Es terrible. El día de la desaparición fue un jueves y yo creo que lo mataron ese mismo día. Diego no vino nunca más”, indicó Javier, convencido de que Cristian Graff es el asesino. “Tenemos el cuerpo en la casa de él, compañeros de colegio… entonces 2+2 es 4″, sostuvo.
Para Javier, el hallazgo del esqueleto de su hermano fue todo un shock. “Estuve 20 años pasando a la noche y a la mañana por ese lugar, y a mi viejo lo atropellaron mientras buscaba a Diego, a siete cuadras de ahí”, recordó, emocionado, y agregó: “Mi papá murió buscándolo”.
“Estoy mucho más tranquilo. Esta herida no me la saca nadie, pero no sabés lo aliviado que estoy. Puse la cara por mi vieja que tiene 87, ella sabe que los restos son de él, que falleció, no le dijimos cómo murió, y que estamos buscando justicia. Ella quiere salir a hablar conmigo”, agregó, y cerró: “Nunca lo duelamos, como un desaparecido no sabés nada, es un vacío en el alma”.
Si bien el delito prescribió tras tantos años transcurridos y el hombre no podría ser condenado, se sabe que la fiscalía seguirá investigando para que la familia de Diego, el chico cuyos huesos estuvieron durante años enterrados junto a la casa donde vivió Gustavo Cerati, al fin sepa toda la verdad y consiga algo de paz.