La muerte del papa Francisco impacta lógicamente más en la Argentina que en cualquier otro país por la huella que dejó Jorge Bergoglio en la política local desde su rol como arzobispo de Buenos Aires hasta su consagración como nuevo líder de la Iglesia Católica, que tomó por sorpresa a toda la dirigencia y, de una forma u otra, incomodó a todos los presidentes desde Cristina Kirchner a Javier Milei.
El cardenal Bergoglio fue ungido por el Vaticano el miércoles 13 de marzo de 2013. El Senado se encontraba en sesión. Las redes sociales y WhatsApp todavía no tenían la velocidad informativa que tienen hoy y los senadores se enteraron de la noticia por el puntano Adolfo Rodríguez Saá, que entró al recinto e interrumpió el debate con un grito de alegría: «¡El papa es argentino!».
Rodríguez Saá estaba exultante mientras se extendía el murmullo entre las bancas. En uso de la palabra estaba su comprovinciana Liliana Negre de Alonso, una senadora muy católica y ligada al Opus Dei que se olvidó de la ley que estaban debatiendo y, visiblemente sorprendida y entre lágrimas, celebró brevemente la asunción del argentino, que había elegido el nombre de Francisco.
La bancada kirchnerista era mayoría en el Senado y su incomodidad fue notable. Sus miembros se miraban entre sí y nadie quiso hacer uso de la palabra. El bloque lo presidía Miguel Pichetto, quien improvisó unas palabras breves y frías y buscó retomar rápidamente el debate. Y es que todo el oficialismo suponía que a la entonces presidenta Cristina Kirchner no le agradaría demasiado la noticia sobre el ascenso de Bergoglio al «trono de San Pedro».
De Bergoglio a papa Francisco: ¿cómo impactó su asunción en el gobierno de Cristina Kirchner?
El papa Francisco tuvo una relación oscilante con todos los presidentes porque sus opiniones sobre la situación social y en particular sobre la desigualdad fueron siempre interpretadas como mensajes para la política argentina, aún cuando no lo fueran. Pero nadie estuvo tan enfrentado a él como Néstor y Cristina Kirchner cuando el sumo pontífice todavía era Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires al que solían calificar como «líder espiritual de la oposición».
La tensión era tanta que durante el extenso conflicto con el campo por la resolución 125 sobre las retenciones Cristina Kirchner -todavía asesorada por su esposo y ex presidente- trasladó el tedeum oficial del 25 de mayo al interior del país y dejó de asistir al oficio en la Catedral de Buenos Aires, donde Bergoglio encabezaba homilías críticas que molestaban al matrimonio presidencial.
Por eso, aquel miércoles de 2013 en que Bergoglio se convirtió en el papa Francisco, Cristina Kirchner encabezó un acto en el predio de Tecnópolis donde evitó mencionar que el nuevo jefe de la Iglesia era un argentino -a pesar de la impronta nacionalista que tenían sus discursos- y en cambio apenas dijo que fue elegido «un latinoamericano».
A la inmediata popularidad y adhesión que generó el papa Francisco entre los argentinos se le sumó el intento de explotación política de la noticia por parte de la oposición, donde se destacaban el PRO y el por entonces jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, lo que llevó a la presidenta a dejar de lado el enfrentamiento y dar un giro.
«Yo pensé que usted era otra cosa», le dijo Cristina Kirchner a Francisco durante la primera audiencia privada a la que asistió en el Vaticano, poco después de la ceremonia de asunción. En su nuevo rol, Bergoglio también dio vuelta la página y se mostró sonriente y afable durante aquel encuentro. Igualmente, en un momento la entonces presidenta le dijo con tono picaresco: «Usted es un cuadro de la Iglesia», una alusión al perfil político del sacerdote, con el que había confrontado.
El giro de Cristina Kirchner fue tal que se reunió otras tres veces con el Papa, una de las cuales fue acompañada por una delegación de La Cámpora. Francisco interpretó que se intentaba usar políticamente su figura y que no era solo el kirchnerismo. Desde entonces trató de no quedar entrampado en la lógica de «la grieta» que dominaba por completo la escena local y entendió que le sería difícil visitar alguna vez su país.
La tensión con Mauricio Macri y el relato del «papa peronista»
Pese a ello, el papa argentino recibió a todos los presidentes y Mauricio Macri no fue la excepción. Tres meses después de asumir, en 2016, el líder del PRO tuvo su primera audiencia con Francisco pero lo más comentado del encuentro fue su brevedad (poco más de 20 minutos) y la seriedad que mostró el sumo pontífice en la foto oficial.
Esto llevó a que el sector más antikirchnerista de la sociedad se formara una imagen de que el papa era «peronista» o «kirchnerista». El aparato de comunicación del gobierno de Macri también se ocupó sutilmente de alimentar esa mirada a tal punto que, según se comentaba por aquellos años, Francisco le habría hecho llegar a Macri un reproche por por entender que estaban haciendo una «campaña» en su contra.
No obstante, la polémica por el supuesto posicionamiento político del papa quedó instalada y se vio ayudada por el hecho de que Francisco recibía visitas de figuras muy críticas del gobierno en aquellos años, como los popes de la CGT, y que en una ocasión le envió un rosario a la referente kirchnerista jujeña Milagro Sala, presa por causas de corrupción. El crecimiento de la figura del dirigente social Juan Grabois, cercano a Bergoglio, también entró en ese relato.
A pesar de que Macri tuvo una segunda reunión en la que el papa se mostró más afable (la participación de Antonia, la hija menor del mandatario, ayudó a distender), aquella controversia que se generó en Argentina al calor de «la grieta» se mantuvo hasta hoy y al ex presidente le quedó abierta la pregunta sobre si el sumo pontífice alentaba las críticas a su gestión en las reuniones que mantuvo con sindicalistas y opositores durante su mandato.
Alberto Fernández, el aborto y la distancia que puso el papa
El inicio del gobierno de Alberto Fernández fue el único momento que generó expectativa por una posible visita de Francisco a la Argentina porque había una relación y confianza personal entre ambos. El sumo pontífice le concedió una audiencia al flamante presidente a poco de asumir, el 31 de enero de 2020.
«Santo Padre, ¡qué gusto verlo!», exclamó Fernández ni bien lo vio. Sin embargo, la relación quedó sentida cuando el entonces presidente impulsó, a fines de 2020 y todavía en medio de la pandemia de Covid-19, la legalización del aborto. La aprobación de esa ley le hizo mella al papa puertas adentro del Vaticano, porque puso en duda su influencia en su país de origen.
A ello se le sumó que el entonces presidente mencionaba con mucha frecuencia a Francisco en sus discursos y decía tener charlas con él. Nuevamente el papa interpretó que había un intento de explotar políticamente su figura.
Esto hizo que en los años siguientes Alberto Fernández -que ya padecía un desgaste político inédito por la famosa «foto de Olivos» y el bombardeo de su vice, Cristina Kirchner- no lograra volver a ser recibido por Francisco. Recién pudo volver a saludar cuando dejó el cargo, en la residencia de Santa Marta donde vivía el pontífice.
El giro de Javier Milei con Francisco y la última crítica del sumo pontífice
Más allá del relato sobre el «papa peronista» que se instaló durante la gestión de Macri lo cierto es que la mirada social de Francisco lo llevó a quedar en las antípodas de la nueva derecha que creció a nivel mundial y esto llevó a que la relación con Javier Milei empezara de la peor forma. Antes de aspirar a la Casa Rosada, el Presidente lo llamó directamente «el representante del maligno en la Tierra».
Durante la campaña electoral de 2023 Milei se disculpó y Francisco mostró, como ya lo había hecho años atrás con Cristina Kirchner, su disposición a dejar pasar ese tipo de ataques cuando aceptó recibirlo como Presidente en febrero de 2024, acompañado por Karina Milei y por la ex canciller Diana Mondino.
«Te cortaste el pelo», le dijo Francisco a Milei en tono amistoso tras abrazarlo cariñosamente. «Me emprolijé lo que pude», le respondió el mandatario. Al saludar a la hermana y secretaria presidencial, el sumo pontífice le expresó: «Gracias por apoyarlo a este».
El recibimiento emocionó tanto a Milei que en un momento le reconoció al papa que tuvo «mucha muñeca, dada la aspereza del otro lado», en referencia a sí mismo y sus anteriores críticas. «Dios es más grande», le respondió Francisco. El Presidente y su comitiva quedaron más que complacidos con ese perdón y la relación pareció quedar encaminada.
No obstante, el papa nunca compartió la postura anarco capitalista de Milei ni su estilo agresivo. De hecho, luego de la represión de una protesta frente al Congreso por el ajuste sobre las jubilaciones Francisco se refirió puntualmente al episodio y advirtió que el Gobierno «en vez de pagar justicia social, pagó gas pimienta» que es, según dijo, «lo más caro que hay».
Esto no cayó nada bien en la Casa Rosada, pero igualmente se decidió no confrontar con el papa. No obstante, Milei dejó de hablar desde ese momento de una posible visita de Francisco a la Argentina, algo sobre lo que había mostrado interés en los meses anteriores.
Así, Francisco tuvo una relación oscilante con todos los presidentes desde el inicio de su papado y hasta el final. Los recibió a todos, pero ninguno pudo sentirse enteramente cómodo con el hecho de tener a otro argentino a la cabeza del Vaticano y a su vez, el papa nunca pudo encontrar en la política nacional un clima que considerara propicio para visitar su país, del cual se fue como Jorge Bergoglio en 2013 pero no pudo volver como papa Francisco.